martes, 6 de junio de 2017

El museo galo-romano de Lyon

El museo galo-romano de Lyon fue inaugurado en noviembre de 1975 y marcó un jalón muy importante en la historia de este tipo de dotaciones. El proyecto fue pergeñado por Bernard H. Zehrfuss, por entonces decidido partidario de explotar las posibilidades del hormigón como elemento de grandes posibilidades estructurales y también estéticas.
Para construirlo se había elegido un emplazamiento anexo a la zona ocupada por la antigua Lugdunum, ciudad fundada en el 43 a.C, que fue capital de la Gallia, a su vez, asentada sobre un núcleo preexistente habitado, al menos, desde 500 años antes.

Foto M.J. Rueda
El proyecto se constituyó a partir de varias ideas especialmente sensibles en la instalación actual, entre las que deseo destacar las siguientes:
1. El museo debía integrarse en el contexto arqueológico inmediato, definido por el emplazamiento de Lugdunum y, más concretamente por el teatro y el otras zonas excavadas con anterioridad.
2. No debía alterar el aspecto del conjunto arqueológico; para ello, se optó por enterrarlo, dejando a la vista unos pocos, casi testimoniales, elementos; entre ellos destacan las dos ventanas, que permiten el acceso de la luz y contemplar el teatro de las inmediaciones, y la puerta que lo une con éste.
3. Concebir el espacio en sintonía con lo que se conocía sobre el tratamiento espacial de época romana. En este sentido, el arquitecto, familiarizado con los restos romanos del norte de África, optó por desarrollar ideas empleadas en lo que hoy es Túnez (Bulla Regia, Douga, etc),
4, Aprovechar las posibilidades del hormigón armado, en cierto modo heredero del opus caementicium, para materializar ese espacio.
5. Fundir el proyecto arquitectónico con el planteamiento museológico y museográfico. Quien entra en el museo se ve inducido a recorrerlo siguiendo un itinerario cómodo y perfectamente marcado mediante rampas, que culmina en la parte más baja, desde la que se accede al teatro próximo.
6. Integrar los almacenes y las zonas de estudio y reunión en el planteamiento general, sin que, como suele ser común, quedaran en áreas restringidas.
7. Ofrecer un marco expositivo donde se pudieran contemplar los restos con la máxima fidelidad a su carácter original. En ese sentido destaca el modo de exponer los mosaicos y más concretamente, La borrachera de Hércules, procedente de una casa de Vienne del siglo II, que se puede contemplar a través de un hueco en el forjado del piso superior.
8. Emplear una fórmula alejada de la acumulación de las fórmulas del siglo XIX y principios del XX, para enfatizar las piezas de mayor potencial informativo y educativo. El museo es francamente cómodo de recorrer,


El resultado de aquellas ideas culminó en un edificio de tres plantas —y unas cuantas entreplantas—, que ha de recorrerse según un itinerario descendente, muy cómodo, que sólo pueden valorar en todos sus extremos quienes conozcan bien las dificultades que entraña diseñar los encofrados necesarios para realizar estructuras de hormigón visto. Sólo desde esa familiaridad es posible apreciar la complejidad del planteamiento estructural y la dificultad de una ejecución material que, desde una visita rápida, no ofrece anomalías dignas de señalar, como las que suelen ser habituales en este tipo de construcción. Aunque se suele enfatizar la escalera "volada" de acceso, a mí me gustaría destacar también la compleja articulación de los pórticos sobre los que descansan los bloques prefabricados de hormigón aligerado que definen el techo. Pero en todo caso, cada elemento estructural es un prodigio de técnica constructiva.



Contemplado cuarenta años después, el museo proporciona una magnífica experiencia  para valorar las ideas arquitectónicas y museológicas de Bernard H. Zehrfuss. Como ya he expresado en otras ocasiones mi juicio sobre los museos de diseño museológico impuesto por el arquitectónico, me limitaré a destacar los aspectos "puntuales" apreciados "al vuelo". Y en ese sentido, debo reconocer que el proyecto ha enjecido aceptablemente, porque incluso, algunas de la ideas del proyecto original, que han sido modificadas, probablemente, por razones de gestión práctica, como el acceso a los almacenes, acaso debiera replantearse. Otro tanto sucede con la vinculación entre el mueso y el teatro, que, en la actualidad, no está suficientemente enfatizada. Seguramente muchas personas saldrán del museo sin dar un paseo por el yacimiento arqueológico, sencillamente, porque no habrán advertido la existencia de una puerta que los comunica.

Mosaico de La borrachera de Hércules
Desde el punto de vista museográfico, el tratamiento ya mencionado de los mosaicos y, en especial, el de La borrachera de Hércules, requiere una breve acotación dado que, como ya he manifestado en otras ocasiones en este blog, en ellos siempre se manifiesta el choque entre dos principios fundamentales de nuestros valores actuales en asuntos de gestión patrimonial (protección y exposición): la voluntad de ofrecerlos del modo más fiel posible y la "necesidad" de evitar la erosión que implica pasear sobre ellos. La solución de ese problema ha dado pie a un abanico de posibilidades que van desde la simple delimitación de los bordes del mosaico, para imponer una distancia "de respeto", en ocasiones, exagerada (catedral de Otranto), a la fórmula de Lyon, que sería muy costosa si la aplicáramos a un número amplio de mosaicos. En las zonas de compromiso aparecen los prodecimeintos empleados por la inmensa mayoría de los museos e instalaciones arqueológicas que contienen estos elementos. En el Museo del Bardo, por ejemplo, donde existe una de las colecciones más ricas y extensas, los exponen mediante fórmulas de naturaleza variable, que pasan por la disposición parietal e, incluso, por emplear zonas elevadas, que permitan cierta "perspectiva", pero casi siempre con ángulos de visión alejados de los 90 º ideales, que suprimirían la distorsión. Entre lo que conozco, entiendo que el museo de Arles, con pasarelas elevadas, y el yacimiento de Cástulo, mediante un pasillo perimetral elevado, ofrecen las fórmulas más razonables, aunque la experiencia visual deje mucho que desear en ambos casos. Esperemos que, en el futuro, con el desarrollo de los medios tecnológicos, aparezca alguna fórmula mágica que permita contemplar los mosaicos paseando sobre ellos sin erosionarlos. Aunque, tal vez, la única solución práctica que permite contemplar adecuadamente un mosaico sea colocarlo sobre la pared, como se hizo en ciertos museos de cuyo nombre no quiero acordarme...


Entre lo más lesivo: visitarlo prescindiendo del circuito impuesto por el diseño arquitectónico; pero soy consciente de que esa circunstancia sólo afecta a un porcentaje exiguo de los visitantes.
Asimismo, me ha parecido que las deficiencias en iluminación no se limitan a la exposición del mosaico mencionado. Entiendo que, con su configuración actual, el museo ganaría mucho con una iluminación más clara y homogénea: se percibiría mejor la estructura original y, por supuesto, sería más fácil fotografiar las piezas.

Pero lo que más ha herido a este pobre diletante es que los diseños museológico y museográfico están concebidos para ofrecer una imagen global bastante completa de la cultura galo-romana, a costa de sacrificar ciertos elementos como, por ejemplo, los que más interesan al autor de este blog: es una pena que los gestores no hayan prestado demasiada atención a buena parte de los elementos de ornamentación arquitectónica, que sestean, convenientemente empaquetados, en el almacén y que, desde su materialidad, ofrecen una imagen distinta a la construida por el museo, tal vez demasiado volcada inclinada a reforzar la "importancia" de Lugdunum.
Únicamente se puede ver en las salas un capitel (LMGR01), de concepción singular, y valorado de modo un tanto vago: "Chapiteau a tête. De tradition gauloise. Sans doute apporté du midi de la France". Realmente es un capitel difícil de valorar desde sus cualidades formales, puesto que ofrece una estructura relativamente alejada del orden corintio propio de la época imperial, aunque la naturaleza del remate del motivo axial (florón) hace pensar en fórmulas tempranas, propias de las variedades corintias itálicas. Otro tanto sucede con el ábaco, mal conservado, pero con fuerte curvatura.

LMGR01
El motivo animado que contiene en una de sus caras no es cualidad extraña en la tradición romana, tal y como he indicado en alguna entrada anterior, aunque la torpeza en la talla, que también se manifiesta en este detalle, obviamente debe hacernos pensar en un taller local, de concepciones estéticas diferentes a las de quienes tallaron el capitel de Auxerre (ASG01), de ornato vegetal mucho más alineado con las corrientes imperiales. Tampoco guarda demasiada relación con el de Chiragan (Toulouse), muy vinculado con las corrientes imperiales de los alrededores del año 200.
Los haces de tallos que ocupan los espacios entre las hojas asimismo parecen detalle relativamente común en Francia, hasta lo que conozco.
Y otro tanto sucede con la forma de los acantos, similar, entre otros, a la de un capitel del lapidario de Avigon, que mencionaré en una entrada próxima.
En suma se trata de una pieza difícil de clasificar, al menos, desde mis conocimientos, que podría ser obra relativamente tardía (siglo III) pero también muy anterior, de los tiempos de la fundación de Lugdunum, por supuesto, de manos de artífices poco versados en los paradigmas oficiales.

LMGR01
En el almacén, relativamente visible desde el pasillo que define el itinerario, se pueden ver varios capiteles convenientemente ordenados y empaquetados... Lástima que no se les haya ocurrido ofrecerlos de algún modo a la curiosidad de los visitantes, dado que alguno posee cualidades realmente interesantes para quienes no estamos familiarizados con la ornamentación arquitectónica galo-romana.
Los capiteles LMGR02, LMGR03 y LMGR04, los tres bastante erosionados, son de concepción más convencional; sus cualidades los sitúan en el siglo II.

LMGR02

LMGR03 y LMGR04
El LMGR05, de orden compuesto, responde a una estructura que combina una corona inferior de hojas lisas junto con un segundo orden de "lengüetas" ,"de cañas" o "de palmas"; sobre ellas, el equino, perfectamente marcado, se cubre con ovas y dardos, entre volutas de escaso volumen. Más allá de la problemática que abren los capiteles similares , de los que me ocuparé en una entrada dedicada a los capiteles del llamado "templo de Diana" de Nimes, que movilizan ciertos debates tipológicos ("capiteles mixtos"), éste sería de los más "evolucionados" de su serie, aunque la naturaleza del equino impide situarlo en época tardía.
El ábaco está moldurado con dos incisiones finas y presenta curvatura propia de los siglos I y II. Desde la valoraciones realizadas en casos similares, es posible que este capitel se realizara cerca del año 200.

LMGR05
De los capiteles recogidos en la imagen adjunta, apenas se distinguen los centrales, que parecen acreditar cronología afín a los anteriores. Desde mi punto de vista, tiene especial interés el LMGR07, que parece ser de orden compuesto; también, tiene interés el LMGR08, con estructura de ornamento muy denso, tal vez concebido para trabajarlo en detalle fino o para ser pintado.
En otro orden de cosas me ha dejado perplejo contemplar que algunas piezas pétreas del almacén están envueltas en plástico... ¿Será para que no caduquen?

LMGR06, LMGR07, LMGR08 Y LMGR09 (de izquierda a derecha)
Bromas al margen, me ha interesado especialmente un fragmento de relieve —también en el almacén—, cuyo tratamiento me ha recordado una pieza comparable de Alcácer do Sal, mencionada en este blog recientemente. También la de Lyon ha sido concebida otorgando gran relevancia plástica a las trepanaciones... Quede constancia de un paralelismo relativo que seguramente sea accidental, pero que informa de la existencia de prototipos difundidos por amplias zonas del Imperio y mantenidos durante cierto tiempo con variaciones de cierta entidad.

Museo galo-romano de Lyon

Restos de ornamentación arquitectónica del castillo de Alcácer do Sal
A destacar el conjunto de lápidas realizadas en paralelo a la difusión del cristianismo, de cualidades similares a las que han aparecido en la península Ibérica. Como muestra, ahí va la de un tal Ursus, de los alrededores del año 500:

Lápida de Ursus (493)
Para finalizar

El museo galo-romano de Lyon, de manifiesta orientación educativa, es un magnífico ejemplo de lo que se puede hacer en este campo tan especializado que, muy probablemente, sentó escuela en su día, dado que ciertas instalaciones posteriores han desarrollado la misma idea. Lo que se puede hacer y, por supuesto, lo que se debe mejorar; en este caso concreto, creo que sería buena idea complementar la exposición con la inclusión del "lapidario" o, cuando menos, con una selección de las piezas almacenadas, tal y como ya se ha hecho en algunos museos mencionados en este blog (León, Málaga, etc.). Como se puede ver en la imagen adjunta, el museo cuenta con suficiente espacio...

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