lunes, 2 de febrero de 2015

Giacometti

Por Maba

Madrid, al tratarse de una gran ciudad, es capaz de abarcar, de manera casi simultánea, varias situaciones en contextos muy alejados y diferentes. Ayer fue un día muy especial en el que una parte importante de Madrid se vistió de lila. Siempre que acudo a una manifestación me emociono al contemplar la participación ciudadana. Cómo personas que, aparentemente, no compartirían ni una taza de café charlando en un bar, recorren hombro con hombro lo que en una canción llaman “el camino de las utopías”. Pero lo que más me emociona es ver a la gente mayor, la que ya ha luchado otras veces, la que aun saca fuerzas para confiar en el cambio (sea del color que sea), para restaurar sueños que hasta ahora muchos daban por imposibles. Si hoy visitamos Twitter, uno de los “trending topic” (una de las palabras o frases más repetidas en un momento concreto de Twitter) es #Nopodéis, y en él podemos encontrar toda clase de insultos hacia Podemos. Lo que ocurre es, quizás, lo que ayer me comentó alguien: “más de uno se está haciendo caquita en los pantalones”.
Es asombroso cómo parece que nos “teletransportamos” a otro mundo cuando cogemos el metro. Después de la “Marcha por el cambio”, decidí visitar en la Fundación Canal Isabel II una exposición que se inauguraba ayer mismo: “Giacometti. El hombre que mira”. Al salir del metro tuve la sensación de estar en otra ciudad; había poca gente y el día parecía más gris. Era muy probable que, si no dispusiera de medios para enterarme de que los componentes de la manifestación se encontraban aun en la Puerta del Sol ni hubiera estado allí unos instantes antes, jamás llegara a conocer la existencia de ese acontecimiento.


En Plaza de Castilla, entre las Torres Kío, el Obelisco de Calatrava y el monumento a Calvo Sotelo (muy poco relacionado ideológicamente con la manifestación de la que yo provenía), se sitúa la fundación Canal de Isabel II. Bastante cercana a la boca de metro, encontramos esta fundación en la que entro sin que ningún guardia de seguridad me mire o me pida que deje la mochila en ningún lado. Justo en la entrada, en la planta principal, podemos ver en el suelo una ampliación de un dibujo de Giacometti y el nombre de la exposición. En la siguiente planta se encuentra el salón de actos, mientras que quienes vamos a visitar la exposición debemos bajar a la planta “-1”.
Con mi mochila en la espalda, en la que puedo llevar la cámara, un cuaderno y un estuche (sin necesidad de desarrollar más extremidades que las que ya tengo), comienzo a visitar una exposición en la que, para mi sorpresa, me encuentro con más personas que en las exposiciones gratuitas de CentroCentro, pero con menos personas con las que debería encontrarme teniendo en cuenta el número de habitantes que tiene Madrid, dado el reconocimiento que tiene Giacometti en el mundo del arte.
Alberto Giacometti fue un famoso escultor y pintor suizo del siglo XX (de hecho, según El País, “su obra está entre las más cotizadas en el mercado”). Se codeaba con personajes de la talla de Miró, Picasso, Sartre o el escritor, poeta, ensayista y teórico André Bretón (reconocido como el fundador y principal exponente del movimiento surrealista). Su obra se centra en la figura humana y, en concreto, en la mirada. Es por esto que la exposición recibe ese nombre (“El hombre que mira”), y podemos encontrar miradas penetrantes en los retratos de la exposición.
Este proyecto está coproducido por la Fundación Canal y la Fundación Giacometti. Esta última fundación nombrada (con sede en París), hace préstamos con el objetivo de “fomentar el encuentro entre la obra de Giacometti y el arte contemporáneo”. En este caso, podemos encontrar bastantes dibujos y algunas esculturas (la mayoría en bronce y algunas en yeso) que se dividen en distintos bloques temáticos (cada uno abarcado en una sala diferente).
En la primera sala, llamada “Cabeza”, podemos contemplar bastantes dibujos y un par de esculturas. Giacometti, obsesionado por los detalles (y contradiciendo la Ley de la Estructura de la Gestalt, que dice que “una forma es percibida como un todo, independientemente de las partes que la constituyen”), decía que “sólo veía los detalles y no el conjunto de la cabeza”. Hacía las figuras cada vez más pequeñas porque “como quería ver el conjunto, los hacía retroceder”.
Quizás esa obsesión por los detalles provocó que se centrara en algo más concreto, la “Mirada” (título de la siguiente sala). Puede que, como explican en el folleto, quisiera representar la totalidad de la persona retratada únicamente a través de su mirada. En esta sala podemos encontrar, también, numerosos dibujos centrados en la mirada.  
Las siguientes salas reciben el nombre (por orden en la visita) de “Figuras de medio cuerpo” (a pesar de ser esculturas pequeñas “expresan monumentalidad”), “Mujer” (las mujeres fueron “determinantes para la evolución de su obra”), “Pareja” (todo lo relacionado con la dualidad entre cercanía-lejanía entre dos cuerpos), y “Figuras en la lejanía”. En esta última sala (la más atractiva desde un punto de vista arquitectónico), podemos encontrar varias esculturas en unas especies de vitrinas verticales colocadas en fila. En ella, puedo coincidir con una madre que lleva de la mano a su hija de unos dos años mientras le dice: “Estas esculturas ya son más avanzadas, ¿ves? ¿Te gustan?” Entonces, para mi asombro (yo estaba esperando expectante), la niña miró las esculturas y le contestó: “Sí”.
Al final de esta sala, podemos encontrar una frase en la pared que, además, se encuentra iluminada por un foco (a diferencia de otros textos con informaciones que había en esta misma sala tan oscura). Esta frase decía así: “… es imposible poner sobre un lienzo una línea que aparente tener 20 cms de largo, haciéndola con una longitud de 3 cms. […]: no se puede hacer una línea tres veces más larga que el espacio sobre el que se puede dibujar, dado que es un lienzo plano”.
En relación con el tema de la percepción, esta es una frase bastante interesante, y me llama la atención que la utilicen para concluir la visita. Si vemos una línea trazada sobre un lienzo que mide 3 cms, nos consideraríamos locos si nos intentamos autoconvencer de que ésta mide 20. Sin embargo, si al lado de esa línea colocamos, por ejemplo, un tenedor (que mide 20 centímetros) y una regla de 50 centímetros dispuestos paralelamente en una mesa (siendo una representación, en cuanto a la proporción, lo más fiel posible a la realidad), y esa línea mide los mismos centímetros en nuestro lienzo que el tenedor, ¿no cambiaría la cosa? Quiero decir que, si me preguntaran cuánto mide esa línea, puede que no pensara en primer lugar en que puedo contestar si la mido, sino que consideraría que, en mi lienzo, existen medidas coherentes entre sí, pero incoherentes con la realidad que percibo fuera de ese lienzo. Pero eso no implica que esa realidad sea menos real: mi línea mediría 20 centímetros. De hecho, si observamos la figura de una mujer en un cuadro, ni siquiera pasa por nuestra mente pensar que esa mujer no tiene tamaño real, la percibimos como a una mujer a pesar de eso. Por eso creo que sí podemos dibujar una línea de 20 cms sobre un lienzo de 3. Si utilizo otros objetos que me sirvan como referencia para una posible comparación, todo es posible en mi lienzo.
No llego a comprender que Giacometti considerara que “no vemos realmente a la gente a tamaño natural”. Decía que “si estoy en una terraza de una cafetería y veo a personas minúsculas, ¡su tamaño natural ya no existe!”. Por eso “alterna entre figuras monumentales de medio cuerpo y pequeñas figuras frágiles que parece que van a desaparecer”. Pero, realmente, cuando veo obras tanto de una clase como de otra, llego a apreciar la diferencia de tamaño entre las esculturas, pero no la diferencia de tamaño entre las personas representadas: las “figuras en la lejanía” de la última sala no son personas de pequeño tamaño, son personas de tamaño “natural”. Él, sin embargo, consideraba que “si la misma persona se acerca, se transforma en otra persona”. ¿Podríamos considerar, entonces, que el sistema perceptivo de ciertas personas “funciona” peor?  


Quizás, teniendo en cuenta la temática que aborda cada sala, habría sido más interesante que el orden de éstas hubiera sido otro. Dado el título de la exposición, podrían haber colocado las obras de forma que, a medida que avanzáramos por la exposición, nos fuéramos “acercando” a la temática fundamental de su obra, la mirada. Sin embargo, comenzamos por la cabeza, nos “acercamos” a la mirada, luego “retrocedemos” a las figuras de medio cuerpo, y ya vamos alejándonos de forma progresiva hasta las figuras en la lejanía. ¿No sería más coherente que comenzáramos “desde lejos” para luego “acercarnos” hasta lo que él consideraba realmente importante (como si fuera un proceso de análisis del cuerpo humano, muy relacionado con el Principio de Jerarquización de la Gestalt)? Para mí esto habría sido lo ideal, aunque quizás están bastante limitados por las condiciones y espacios de cada sala, y ponerlo todo en ese orden le habría quitado el atractivo de las esculturas colocadas en fila de la última sala. Pero, puestos a estar limitados, podrían haber escogido ese mismo orden pero al revés.
Al finalizar la exposición, nos encontramos a nuestro paso una tablet de Samsung en la que se nos invita a dar nuestra opinión pulsando una de las tres caras que representan máxima felicidad, indiferencia, o tristeza. Con ella nos informan de que así “les ayudamos a mejorar”.
Desde mi punto de vista, visitar esta exposición resulta bastante agradable. No se hace pesada, ningún guardia te trata como si fueras un presunto delincuente (simplemente se pasea de vez en cuando por las salas), y algunas obras son bastante atractivas. Es cierto que, al ser un espacio algo oscuro y colocar focos cuya luz es muy potente y está dirigida a puntos muy concretos, en la mayoría de fotos que queremos realizar debemos hacer malabares para que, no se refleje ningún foco en los vidrios que protegen las obras (lo cual resulta bastante complicado). De hecho, casi siempre aparecen reflejos de luz, del guardia de seguridad (que no se dirige a mí en ningún momento pero parece tener bastantes ganas de ser retratado a través del cristal), o de algún otro visitante de la exposición. Así que, quizás, la imposibilidad de realizar buenas fotografías de las obras sería uno de los pocos “puntos negativos” de la visita.


Desconocía completamente la existencia de esta fundación e, investigando, pude comprobar que hacen, desde 2005, unas tres o cuatro exposiciones al año. Cada una dura, de media, dos o tres meses, y algunas de ellas han contado con obras de artistas de renombre como David Hockney, Edgar Degas, Picasso, Oteiza, Chillida o Dalí. Es cierto que estas exposiciones tienen un carácter algo irregular, pero esto no terminaría de justificar que la mayoría de gente, como yo, ignore la existencia de una fundación que, junto con el “Centro de exposiciones de arte Canal”, pertenece al área de “compromiso social” de la gestión del Canal de Isabel II (empresa pública que se encarga de gestionar el ciclo integral del agua casi en toda la Comunidad de Madrid).
En su web podemos encontrar los fines de esta fundación, entre los que podemos destacar “servir de foro para el intercambio de conocimientos y de experiencias innovadoras en todo lo relacionado con el agua”, “organizar actividades de interés general a través de todos los instrumentos a su alcance”, o “impulsar la cooperación con instituciones públicas y privadas y agentes políticos y sociales para alcanzar un compromiso entre la prosperidad económica, la calidad de vida y la defensa del medio ambiente”. Con todo lo relacionado con “la cooperación de lo público con lo privado”, es inevitable hacer mención a los acontecimientos de 2008 y 2012 (el intento de privatizar este Canal y el posterior referéndum no vinculante en el que la mayoría de ciudadanos se declaró totalmente en contra). Todas estas acciones tienen como fin “que los ciudadanos tomen conciencia de la trascendencia social, económica y ambiental del recurso agua, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras”.
No consigo llegar a entender la relación entre las exposiciones que allí se hacen y el tema del agua. Si, por casualidad, cualquier persona encuentra una exposición de un artista que le gusta en internet y acude a la fundación para hacer una visita, podría asegurar que, la mayoría, volvería a sus casas sin tener ni idea de lo que allí pasa con el agua. Es cierto que no es un tema que atraiga a muchos individuos de la población, pero es fundamental que tengamos conciencia de la importancia del agua. Y, ¿qué mejor sitio que este?
No puedo obviar el hecho de que se hagan foros, concursos, investigaciones y excursiones relacionadas con el agua, pero sería interesante que existiera la posibilidad de conocer (a través de una exposición dinámica y permanente en la fundación, en la que pudieran participar también los niños) cómo se gestiona el agua en ese sitio. Porque, sino, puede que a la mayoría le ocurra lo mismo que a mí: que salgan de la fundación Canal de Isabel II con la sensación de haber visitado una galería o centro cultural cualquiera, lo que nos da pie a pensar que esas exposiciones están un poco descontextualizadas, que no se intentan establecer vínculos entre éstas y otras posibles exposiciones que estuvieran más en sintonía con la temática del agua.

Con esa sensación extraña cogí el metro y, desgraciadamente, coincidí con todos los madridistas que salían del Bernabéu tras el partido del Real Madrid contra la Real Sociedad. Después un día tan emotivo, de pronto, me vi entre forofos apretujada en el metro (¡vuelta a la realidad!). Y es que así es Madrid, tan grande que conviven personas tan distintas como sus intereses. Como dije al principio, es capaz de abarcar, de manera casi simultánea, varias situaciones en contextos muy alejados y diferentes (manifestación, exposición, partido). Somos capaces de vivir, en unas cuantas horas, vidas muy diferentes sin salir de la ciudad, lo que puede llegar a parecerme sorprendente.  

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