viernes, 13 de febrero de 2015

Calamares y cerraduras

En paisaje de tarjetas negras, sobres, pelotazos y arbitrariedades judiciales, la difusión de los "papeles suizos" ha desencadenado una situación digna de un Valle Inclán enloquecido: algunos "medios de comunicación", en afán de servilismo incompatible con la acción de informar, se han transformado en calamares enloquecidos... Da bochorno contemplar cómo los periódicos vinculados al poder económico comprometen el poco prestigio que les queda con primeras páginas de un amarillismo estrafalario. como si sus directores estuvieran haciendo méritos para dirigir diarios de posguerra... Y lo llaman "libertad informativa", cuando sólo es pura estrategia goebbelina, para amarrar votos de los sectores más dogmáticos, aquellos que ponen su voluntad al servicio de los "señores naturales" o de quienes defienden sus intereses cosmogónicos.
Otro tanto sucede con la alternativa "natural" al actual gobierno, discutida incluso por los sondeos del CIS. Hilaridad promueve el extraño "pacto por la cadena perpetua" que, sin embargo, no es tal puesto que más allá de la firma pública, una de las partes ha manifestado arrepentimiento frente a un acuerdo que choca con el mandato constitucional, según el cual la cárcel ha de ser, ante todo, un medio de reinserción social. Lo justifican argumentando que debemos presentarnos unidos ante la amenaza yihadista, como si la amenaza se pudiera disolver promulgando leyes "locales"...
Aún es más absurda la nueva definición de terrorismo: al amparo del pavor que infunden quienes cortan cabezas o queman a pilotos de guerra, los pijos del monopoly extienden la calificación de "terroristas" a todo fenómeno social contrario a sus intereses. Con el “nuevo” código penal serían terroristas quienes protagonizaron los incidentes del Gamonal, las actos anti-desahucios y, en general, cualquier forma de resistencia al poder... El siguiente paso es resucitar el Tribunal de Orden Público, por supuesto, con otro nombre. ¿Qué tal Tribunal Contra los Delitos de terrorismo? ¿O sirve el de Audiencia Nacional? ¿Qué tal la Santa Inquisición?
Lo más lamentable del planteamiento es que, como en tantos casos, esa estrategia apenas sirve para alimentar el poso de las torpezas que, más tarde o más temprano, pagaremos a escote. Para afrontar los problemas "yihadistas", antes que nada, nuestros gobernantes deberían escapar de los juegos maniqueos y documentarse bien mediante fuentes contrastadas sobre los sustratos culturales de quienes los protagonizan. Es decir, deberían afrontar el asunto con inteligencia... y esa es virtud rara entre nuestros magnates.


Completa el panorama de despropósitos la extraña "batalla por Madrid" de los líderes del PSOE, que parecen aterrorizados ante los estudios demoscópicos. Al parecer, el actual secretario general ha "comprendido" que las elecciones no se ganan con propuestas de interés general o canalizando las voluntades políticas de "las bases", sino desde los medios de comunicación y aplicando estrategias visigodas...
Alguien debería haberle explicado que, en "España", romper cerraduras puede tener consecuencias funestas. Ahí está el caso muy conocido del don Rodrigo y la cueva donde se albergaba la mesa del rey Salomón, según la leyenda, ornada con labores de oro y plata, esmeraldas y perlas, que contenía todo el conocimiento del universo y grandes cualidades mágicas. Según los relatos más fidedignos, en una cueva excavada por Hércules en Toledo, los reyes godos construyeron un pequeño palacio destinado a conservar en él tan peligroso objeto y para evitar las veleidades sugeridas por la ambición, decidieron colocar una sólida puerta a la que cada rey, poco después de ser coronado, debía añadir un nuevo candado, que garantizara la aceptación del orden divino y el rechazo a cualquier tentación del Príncipe de las Tinieblas.
Y así se hizo hasta que el rey Rodrigo, inflamado de codicia e imaginando que tras la puerta se escondería el gran tesoro anunciado por la fama de la mesa, decidió descerrajarla. En el interior del palacio sólo había una enorme mesa de tablero oscuro sujeto por doce bueyes de bronce dorado de hechura primorosa y un cofre, asimismo, protegido por una diminuta cerradura de labra exquisita. Violado la última dificultad, el rey encontró un pergamino en el que una mano extramadamente hábil había dibujado personajes con turbantes, barbas y coletas; junto a ellos había una leyenda:

"Cuando se abra este cofre, guerreros como éstos se apoderarán del reino de España"

Cuentan que don Rodrigo arrojó el cofre con el pergamino lejos de sí, retrocedió y ordenó volver a colocar todas las cerraduras de sus antepasados... Era demasiado tarde.

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