viernes, 6 de junio de 2014

El museo de San Francisco de Medina de Rioseco. ¿Museo o museoide?

Forma parte de una iniciativa de planteamiento impecable en su formulación programática, que supuso uno de los proyectos de activación turístico-cultural más importantes de Castilla-León; quien desee información sobre ello puede consultar la página del museo de San Francisco, bastante generosa en caudal informativo no gráfico; obviamente, sus diseñadores han acumulado "materiales" susceptibles de ser utilizados como "instrumentos" educativos...

Al entrar en el antiguo templo el visitante se encuentra con un espacio amplio y oscuro, especialmente oscuro, que hace pensar en un ambiente proclive a un recogimiento antiguo, como el de las iglesias románicas al atardecer. Perplejo ante lo que me parece un dislate desde la relevancia que la arquitectura tardogótica otorgaba a la luz, me dirijo a la joven que conduce a los visitantes apriscados por si se tratara de un planteameinto "pastoral" en la línea de los montajes que suele hacer la Iglesia en "Las Edades del Hombre":
—No, la iglesia ha sido desacralizada.
—¿Entonces...?
—Es una experiencia nueva... —replica en tono misterioso.
Enseguida aparece sobre una pared la imagen desenfocada de un personaje vestido con hábitos franciscanos, en gesto menos medido que el Pablillos de Valladolid, para excitar la curiosidad del visitante... Y sin solución de continuidad comienza el bombardeo multimedia. Un cuadro esquemático dedicado a los Almirantes de Castilla, vídeos con diseño 3D de calidad irregular, que no se perciben bien a pesar de la oscuridad ambiental porque los proyectores no tienen la potencia necesaria...  Todo muy moderno pero de funcionalidad pedagógica discutible: el caudal informativo es demasiad ambicioso, como si su diseñador pretendiera competir con la superabundancia de Internet. La megafonía, casi tan eficaz como la de la estación de Atocha, no facilita las cosas.

Fotografía tomada a hurtadillas en el interior del templo
La antigua iglesia, cuyos vidrios se han cubierto con láminas oscuras de vinilo que definen formas geométricas sencillas apenas perceptibles, se ha convertido en espacio opaco y pasivo para una instalación multimedia que define un itinerario forzado por la secuencia de una iluminación controlada según la voluntad de la persona dirige al grupo. Ésta, como renovada ama de llaves y con celo de antipática señora Danvers (Hitchcock, Rebeca, 1940), vigila para que nadie robe el espíritu de lo allí atesorado mediante esos instrumentos diabólicos que llaman cámaras fotográficas... Aunque "me lo pide el cuerpo", en este caso no insistiré en justificar un juicio que ya he desarrollado varias veces en este blog y que, indefectiblemente, matiza muy negativamente una gestión que, de otro modo, podría aparecer más discreta.
Tras un itinerario excesivamente volcado a forzar la memoria de los visitantes,  éstos son conducidos al coro, donde entre acordes solemnes de órgano y juegos de luz, se transforma el recogimiento inicial en una una orgía de sensaciones sobrecogedoras más propia de Wagner que de los planteameintos arquitectónicos tardomedievales. El resultado me recordó el pase de modelos de la Roma de Fellini (1972), como si el diseñador de la propuesta multimedia se hubiera sumado al mismo misticismo hortera: demasiada luz y demasiados brillos. No obstante, el resultado parece conforme a los objetivos perseguidos porque arranca una exclamación admirativa de la concurrencia, y desde esa constatación, debo elogiar la labor de sus promotores, tal vez, interesados por suministrar al visitante una experiencia próxima a la idea de éxtasis. Ello proporcionaría continuidad a una tradición muy arraigada en Europa desde tiempo inmemorial que establece lazos estrechos entre la luz y la divinidad... ahora bajo las enseñanzas del maestro de Rimini. E imaginé que se abriría el catafalco de los cinco nudos, trasunto de las cinco llagas de Cristo, y aparecería algún almirante de Castilla revestido con todas sus dignidades mesetarias y marítimas.

Después de recorrer el "museo" y reconocer las posibilidades que tiene como infraestructura turística y como recurso educativo para alumnos de ESO y Bachillerato, por supuesto, provistos de lápiz y papel, me surgieron algunas dudas... La primera: si es sensato, teniendo en cuenta la normativa vigente en asuntos de protección del Patrimonio Monumental Español. No sé si es oportuno relegar la naturaleza arquitectónica de un templo a mero contenedor pasivo de un espectáculo multimedia. El visitante no tiene otra opción que seguir pasivamente un itinerario demasiado rígido, que según mi criterio, agradará positivamente a la mayor parte de los visitantes, pero incomodará a quienes conciban la experiencia estética según cauces menos escenográficos, más neutros o, incluso, más personales. En ese sentido, el celo empleado en impedir que el visitante realice fotografías, como de costumbre, se manifiesta como indicio de una manera muy encorsetada de entender la gestión cultural y la "educación", muy lejos de las expectativas de muchos visitantes del nuestros días y, muy especialmente, de los más jóvenes. El cliente tiene que asumir lo que le ofrecen sin rechistar y, por supuesto, sin valerse de los medios que hoy tiene cualquier persona para fijar la memoria, documentar la experiencia y personalizarla, en suma, par ir más allá del simple espectáculo de luz y sonido.
En el septiembre pasado, a propósito de una exposición del Reina Sofía, aludía al artículo 19 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. la Ley del Patrimonio. En este caso, sería oportuno recordar también que dicha ley pretendía enfatizar el carácter histórico de los "edificios antiguos" y, a mi juicio, el planteamiento museístico es poco respetuoso con ese carácter.

Fotografía tomada a hurtadillas, por supuesto, sin flash, del grupo dedicado al "equívoco" martirio de San Sebastián, de Juan de Juni
No obstante, comprendo que en un país donde son tan numerosas las edificaciones de concepción semejante, puede tener sentido una propuesta como la de Medina de Rioseco que, por fortuna, se ha concebido en términos de absoluta reversibilidad. No obstante y como ya he indicado en otra entrada, me declaro partidario de los matices y juegos de sutileza propios de la luz natural; y si es necesario complementarla o reforzarla en determinadas zonas, que sea mediante iluminación lo más diáfana posible, porque es la manera más operativa de mostrar cualquier objeto sin sesgos efectistas.

Muchas veces he tenido que recordar en este blog la definición de museo según los estatutos del ICOM del año 2007:

"Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo".

Supongo que a estas alturas, serán legión quienes, vinculados a las iniciativas del poder financiero, estén intentando modificarla para que sintonice mejor con ciertas prácticas museísticas actuales; pero mientras se mantenga como tal, parece obvio que instituciones como la de Medina de Rioseco no encajan demasiado bien... El "museo de San Francisco" es una institución permanente, concebida como motor de activación económica, al servicio, sobre todo, de quienes trabajan en el sector turístico de Midina de Rioseco, abierta al público, que adquiere, conserva, supongo que estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial con fines de espectáculo multimedia. Aunque sus gestores se hayan empeñado en la vertiente "pedagógica", dadas las limitaciones que imponen a la documentación gráfica, no facilita el estudio de las piezas, al menos al visitante anónimo que ha de entrar en grupo, porque el protocolo del recorrido impide detenerse en lo que le interese especialmente.

Fotografía tomada a hurtadillas en el interior del templo
Para finalizar

Creo que es una buena infraestructura de información histórico-estética, pero también creo que es otra instalación concebida, sobre todo, para ofrecer un espectáculo homologable a lo que era propio de los espectáculos teatrales... El resultado puede ser aceptable si lo que persiguen sus gestores, como los de cualquier espectáculo popular,  es que la mayoría de los visitantes se sientan satisfechos después de haber pagado la entrada; sin embargo...
Si nos olvidamos de la declinación decididamente confesional del montaje, en este caso concreto la instalación museística debe cargar con otro importante "daño colateral": la "falsificación perceptiva" del carácter de unas obras que fueron concebidas para ser contempladas con luz natural y algún refuerzo de cirios y velas; y en ese sentido, si tenemos la intención de que el visitante "conozca" las obras, lo más sensato sería evitar los "condicionantes" impuestos por una iluminación demasiado artificiosa. Cualquier aficionado al cine y todo profesional de cualquier espectáculo, saben que la iluminación es un factor muy relevante en el proceso perceptivo y que, con ella, se puede alterar radicalmente el carácter de un personaje, de una representación escultórica o de un ambiente arquitectónico.
Demasiadas anomalías para un museo, pero acaso debamos estar preparados para asumir las transformaciones dictadas desde los criterios de gestión cultural de los "nuevos tiempos"; seguro que mis referencias críticas son muy inapropiadas porque no soy capaz de entender algo tan elemental como el sentido de impulsar al visitante a sacar fotos a hurtadillas. ¿Será por hacer la visita más excitante?

Adenda

No acabo de entender la aplicación de recursos lumínicos tan intensos cuando por doquier se combate el uso del flash porque la luz fuerte altera los pigmentos...

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