domingo, 23 de febrero de 2014

La capilla de San Miguel de Celanova

Introducción

Es la obra más marginal del “ciclo mozárabe” y la que, en apariencia, se encuentra en mejores condiciones de conservación. Y la más pequeña: alrededor de 15 metros cuadrados de espacio libre en el interior (como una habitación media de una casa actual). Si seguimos las indicaciones de Gómez Moreno, nos encontraríamos ante una “iglesia” (en este caso, mejor capilla) de manifiesta influencia cordobesa, que habría sido levantada hacia el año 940, es decir, coincidiendo con los años de mayor esplendor del Califato.
Desde esa perspectiva, los “rasgos mozárabes” son particularmente obvios: tiene arcos de herradura, modillones de rollos con los ornatos de “discos solares” habituales, alfiz y hasta ladrillos colocados “en esquinilla”…
Los documentos conocidos informan de que un tal Froila, casado con Sarracina, "donó en 936 una vila, en territorio de Búbalo, llamada Villare, heredada de sus padres, para que allí estableciese Rudesindo un monasterio, bajo su gobierno con templo de San Salvador y nombre de Cellanova". En este caso los documentos no nos hablan de un monje procedente de Córdoba, pero sí mencionan que los dos personajes citados, San Rosendo y Froila tuvieron  "mucha relación" con la cultura andalusí. Y Gómez Moreno (Iglesias, 1919, p. 240) se apoyaba en la figura de Muzalha, liberta de nombre arabizado que, según su opinión, pudo ser "su aya" o "educadora"... Huelga decir que también pudo tener con ella relaciones más... directas.
De nuevo y aquí muy especialmente, se pone de manifiesto lo inadecuado del término "mozárabe" para evaluar fórmulas arquitectónicas, en este caso, vinculadas no con cristianos sometidos al poder califal, sino con el prelado de un monasterio próximo a Braga (Dumio)...


Dicha relación se manifiesta con claridad en la puerta de acceso, porque sobre ella hay una inscripción latina que menciona expresamente al tal Froila. El texto, difícil de traducir, fue matizado del siguiente modo (Díaz y Díaz, 1990):

“Tú, oh Dios, autor de esta obra eres creído. 
Tu, oh Cristo, borra los pecados a los que aquí oran.
La presente memoria recomienda a Froila, tu indigno siervo,
el cual desea y en el Señor te conjura, oh bien amado que lees esto,
para que hagas memoria de mi, pecador, en la oración sagrada”.

Y es de aceptación general, al menos desde 1002, que Froila fue hermano de San Rosendo, obispo de San Martín de Dumio, y que el propio santo o ambos conjuntamente, fueron los fundadores del monasterio mencionado en los documentos, dentro del cual estaría la miniatura arquitectónica dedicada a San Miguel. Sólo quedaría saber si el texto "Auctor huius operis tu Deus esse crederis" (Tú, oh Dios, autor de esta obra eres creído)  debe entenderse de modo literal...



El análisis. Los elementos supuestamente cordobeses

Según Gómez Moreno (Ars Hispaniae, III, p. 381-382), la obra sería reflejo de la iglesia de Santiago de Peñalba:

“Remedo suyo (de Santiago de Peñalba) en miniatura es la capilla de San Miguel, aneja al monasterio de Celanova y fundada por Froila, hermano de San Rosendo, hacia 940. Su tamaño en longitud es de 7,70 m., abarcando un ábside en herradura por dentro, un cimborrio como bóveda de aristas sobre cuatro arcos, y nave más estrecha con bóveda de cañón. Sus arcos son de herradura; trasdosado y con alfiz el del ábside; los modillones, de rollos adornados, y añade un friso de esquinillas su ábside, como en Mazote. El aparejo es de sillería muy desigual, a hueso, en vez de la mampostería empleada en los demás edificios de este grupo (mozárabe), y aparenta robustecerse con estribos; por dentro, los arcos altos y bóvedas son de ladrillo y conservan su enlucido de cal con líneas rojas, figurando sillería muy regular y un florón en medio del cimborrio, perfilado de negro.” 

Si afrontamos el análisis de la capilla desde un planteamiento escéptico con la idea del “arte mozárabe”, aparecen detalles menos explícitos que en las iglesias con elementos arquitectónicos más ricos. En este caso, la carencia de relieves o capiteles labrados con motivos vegetales hace más difícil argumentar con contundencia frente a quienes sigan creyendo en el “arte mozárabe”.
Para los no creyentes, la “comprensión” de esta obra es sencilla, incluso aceptando la relación que existe entre ella y lo andalusí: basta recordar de dónde vienen las tradiciones culturales cordobesas y que la cultura islámica anterior a mediados del siglo X vivía de repetir fórmulas hispanorromanas.
Los creyentes, por su parte, deberán asumir la complicación de establecer relaciones arquitectónicas directas entre esta zona, escasamente islamizada, y la corte cordobesa, contando incluso con que los documentos describan que fueron relativamente numerosos los objetos cordobeses que llegaron a Galicia, como el ajedrez de la catedral de Ourense.Durante el siglo X los objetos manufacturados en Córdoba viajaron por todos los territorios periféricos al mar Mediterráneo y ello no supuso, que sepamos, importantes influjos arquitectónicos.

La estructura

El edificio surge de la yuxtaposición de tres cuerpos ordenados y escalonados, según fórmula muy frecuente en época romana, especialmente desarrollada en las fases más tardías, en tiempos de difusión masiva del ladrillo. Aquí está documentada la combinación de piedra (muros) y ladrillo (bóvedas), según fórmula documentada en lo califal pero, por supuesto, también en obras de tiempos anteriores.
Entre los elementos más enfatizados a la hora de relacionar la capilla con Córdoba destacan los "modillones" de los que arrancan las arcadas que, a su vez, soportan la bóveda de arista. Sin embargo, esta solución estructural es fórmula documentada en la arquitectura romana.


Villa de Adriano en Tivoli
Los estribos, que parecen dar réplica a la falta de refuerzos laterales, remiten a fórmulas bien documentadas en tiempos asturianos, pero también a las tradiciones previas; en este caso y como indicara Gómez Moreno, no parecen necesarios dada la escala de la edificación. Pero el exceso de materiales y precauciones constructivas no es cualidad exclusiva de estos refuerzos, porque los muros son exageradamente gruesos y los huecos, muy reducidos. Se diría que el edículo —si se me permite emplear este término—, fue concebido para soportar todo tipo de agresiones y, sobre todo, la acción del fuego.
La excepcionalidad del tipo de paramento resulta, cuando menos, desconcertante y sorprende que se haya enfatizado poco. ¿Qué sentido tiene que la iglesia más pequeña ofrezca los  paramentos de ejecución más depurados? Quienes construían muros habitualmente con mampuestos,  ¿por qué reservaron bloques prismáticos para esta "edificación marginal"? También desde esa cualidad es difícil relacionar esta iglesia diminuta (como las de Peñalba y Lebeña) con las de Mazote y Escalada, estructuralmente distintas, pero algo obvio que San Miguel de Celanova definía hito de particular importancia.

La decoración

Por el  interior es simple y sumaria: no existen otros elementos en relieve que una moldura rectangular muy sencilla en el cuerpo del oeste y las del alfiz. ¿La existencia de alfiz garantiza influencia cordobesa? ¿Y si se hubiera empleado el alfiz en la tardoantigüedad, tal y como parece acreditar el testero de San Tirso de Oviedo?



Los arcos de herradura, con despieces de excepcional calidad de labra para una zona "marginal", ofrecen un peralte considerable que, en los dos interiores, tiene un diámetro de rosca exterior sensiblemente igual a la anchura del hueco definido por las jambas. Ello reforzaría la hipótesis según la cual el arco de herradura procedería de los arcos de descarga romanos documentados, al menos, desde los tiempos del Panteón de Roma.
Es difícil situar en el tiempo cuándo se realizó el repinte de falso aparejo regular; la fórmula es frecuente en momentos históricos diversos, tal y como acreditan las miniaturas mozárabes, las Cantigas... pero también la catedral de Chartres, etc.

Si atendemos a la ornamentación exterior, es obvia la relación de esta capilla con Santiago de Peñalba y con Santa María de Lebeña: así lo acreditan los modillones de rollos, pero no olvidemos que la ornamentación de éstos con discos solares, a su vez, nos remite al mismo universo que los arcos de herradura: las tradiciones hispanorromanas documentadas en el noroeste de la Península (lapidas y villas).
Los ladrillos en esquinilla del ábside, contrapuestos a las molduras de piedra sencillas del oeste, definen fórmula habitual en la arquitectura con ladrillo desde tiempos republicanos, que perviven en lo mudéjar... No tiene mucho sentido que en un mismo momento se propusieran soluciones constructivas y arquitectónicas tan distintas como las que reflejan los dos cuerpos bajos de San Miguel de Celanova, para solventar el mismo problema. Lo más razonable es que la cubierta del ábside fuera reparada en un momento posterior y que se recurriera a las posibilidades del ladrillo para ganar vuelo.

Otros elementos

Tal y como anticipaban las líneas anteriores, aún deberíamos volver al texto de la inscripción, que pudo ser realizado muchos años después de la edificación. La expresión “Tú, oh Dios, autor de esta obra eres creído” permite plantear la hipótesis de que la obra no fuera promovida por quien dictó la inscripción, en los tiempos de Frolia. Obviamente, también es factible la interpretación de retórica religiosa reconocida por casi todos los estudiosos, pero aquella sintonizaría bien con lo que sucede con casi todas las “iglesias mozárabes”, indefectiblemente relacionadas con edificaciones o enclaves sagrados de tiempos preislámicos.
Y el último detalle: la existencia de una afloración de granito próxima a la capilla, según algunos estudiosos, abre la posibilidad de que se hubiera dispuesto, precisamente, en un lugar sacralizado desde tiempos remotos. Ello haría más factible que el templo tuviera por objeto "cristianizar" la zona y explicaría el sobredimensionado estructural, para defenderla de quienes se sintieran agraviados por los "nuevos" cultos.


























El modillón anómalo

En el interior no hay ningún elemento animado, como es norma casi de implantación general en el cristianismo hispano entre el concilio de Elvira y la llegada de los musulmanes, pero sí en el exterior. Existe un modillón que rompe la homogeneidad del conjunto, puesto que sigue fórmula antropomorfa, de concepción muy sumaria y estilizada. Dada la escasa altura del edificio y lo sencillo que sería proceder a cualquier “reparación”, lo más probable es que, si no es una broma "reciente" (cuando se retiró el tejadillo que protegía la entrada), se trate de una "superposición" de época incierta, afín a las que se encuentran con cierta frecuencia en Galicia, como conjuros o sortilegios.

Conclusión

Nos encontramos con las circunstancias propias del grupo arquitectónico "mozárabe": relaciones más o menos claras con la arquitectura califal, personalizadas por el arco de herradura, que, como en otras ocasiones, nos hace poner en tela de juicio la ecuación supuestamente obvia que une el arco de herradura al "visigotismo" o, si es posterior al silgo IX, al influjo cordobés. Como el propio Gómez Moreno advirtió —cien años después, aún está más claro—, ese elemento estaba arraigado en el noroeste de la península Ibérica desde mucho antes...
Entiendo que también como advirtió Gómez Moreno, la capilla de Celanova está relacionada directamente con Santiago de Peñalba y con Santa María de Lebeña, pero discrepo con él en la relación con la de Mazote y con la de Escalada.
En definitiva, el edículo de San Miguel de Celanova debería considerarse anterior al siglo X, dentro del ciclo de expansión del cristianismo que, al parecer, se desarrolló en tiempos de San Martín de Braga por la zona de la antigua Diócesis de Astorga y aledaños, mediante pequeños hitos de gran solidez constructiva.
Su excepcional calidad permite intuir que, muy probablemente, estuviera concebido para enfatizar la existencia de reliquias de especial veneración.
Y de nuevo aparece el siglo VI como época de atribución más probable. Durante el siglo X los cristianos de la zona, estrechamente relacionados con el obispo de Dumio, reactivarían la organización del culto, porque es muy probable que en esta parte de la Península no hubiera fractura en las prácticas religiosas. Los cronistas árabes del siglo X juzgaban "politeístas" a "los gallegos" (habitantes de la antigua Gallaecia) porque creían en la Trinidad...

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