martes, 30 de abril de 2013

El Museo del Ejército

Me daba pereza acudir a visitarlo y tuvo que ser el pasado domingo (28-IV-2013), uno de esos días de climatología desconcertante, cuando se nos ha ocurrido dar un paseo rápido, más que nada, por tranquilizar la conciencia profesional y la diletante. Supongo que me predisponía en negativo saber que se emplearon más de cien millones de euros en él y que el 75 % lo aportó el Ministerio de Cultura, cuando había tantas necesidades en otras instalaciones, a mi juicio, mucho más relevantes. Hace tiempo ofrecí  un breve comentario sobre la penosa situación del Museo de Santa Cruz, situado enfrente y que ahora se pretende remozar, cuando menos, para albergar "El Griego de Toledo" en 2014...


A ello aún debería añadir la valoración muy crítica que, en su día, me mereció la decisión política de trasladar el Museo del Ejército de Madrid a Toledo, con lo que ello tenía desde el punto de vista de un Estado articulado según "entes" autonómicos...  Se justificó aquella decisión en la "necesidad" de liberar el Salón de Reinos para integrarlo en el proyecto de ampliación del Museo del Prado... Supongo que también "convenía" modificar el carácter del alcázar toledano, excesivamente inclinado hacia una visión sesgada de la historia y fosilizado como escenografía de la super.manipulada película de Augusto Genina. Imaginando y comprendiendo las motivaciones subyacentes a la decisión, no me pareció bien —no me parece bien— que se trasladara la colección de efectos militares a Toledo, teniendo en cuenta, incluso, que ellos me importan un pimiento morrón. Deben ser los rezagos de la mili, porque, como a Paco Ibáñez, la música militar nunca me la supo levantar...
Y aún estaba el aspecto exterior, discreto pero contundente, como impacto de chaqueta metálica...

La impresión ha sido, ante todo, compleja. Empezaré por lo más positivo: me ha fascinado la manera de integrar el yacimiento arqueológico. El proyecto de Francisco Fernández Longoria y Dionisio Hernández Gil, sobradamente acreditados en asuntos de remodelación, resuelve ese aspecto con mejor criterio que otros  más celebrados, contando, incluso, con "las aventuras idealistas" de Moneo en Mérida y en el Museo del Prado y fórmulas más recientes como la del Museo Arqueológico de Córdoba, aún inconcluso. La concepción espacial, conseguida mediante pilares cilíndricos, que desafían al pandeo, y capiteles tronco-cónicos de hormigón ofrece un resultado espectacular por sencillo; no desentonan ni las escaleras mecánicas. La ejecución parece haber sido cuidada, contra lo que suele ser frecuente en proyectos "culturales", donde señorean Pepe Gotera y Otilio.
El juicio cambia cuando entramos en el antiguo alcázar... Como si fuera aviso de caminantes, un chorro de aire poderoso, de ambientación cinematográfica trivial, acompaña al visitante para solaz de amigos de las sensaciones inesperadas y testimonio de mala climatización...


Es imposible valorar la acción del nuevo proyecto en el edificio antiguo porque sobre las dependencias del alcázar, concebidas originalmente por Alonso de Covarrubias y condicionadas por sus cualidades estructurales, han dispuesto un sistema museográfico que lo disimula. Las razones para el desencuentro entre proyecto arquitectónico y proyecto museográfico son poderosas pero acaso debieran haberse afrontado con mayor sentido práctico. Seguramente, los responsables del proyecto museográfico hayan resuelto eficazmente la conservación de los materiales orgánicos, que imponen control riguroso de luz, humedad y temperatura, pero el resultado condiciona decisiva y negativamente la visita. La sensación general es infinitamente más laberíntica y confusa que en el Reina Sofía, los espacios de circulación son muy angostos en muchas salas y apenas es posible apreciar el resultado de la restauración reciente, transformada en telón arquitectónico anodino. Además, existen indicaciones equívocas y la señalética no facilita la orientación. No me extraña la reacción airada de Francisco Fernánden Longoria ante los medios de comunicación...
Además, se advierten otras "carencias" en la instalación: la iluminación no se acomoda bien a los objetos expuestos; me ha parecido percibir exceso de luz en las zonas más sensibles a las radiaciones ultravioletas, demasiados reflejos en casi todas las vitrinas y, sobre todo, en el tratamiento de la interesante colección de pinturas que salpican las salas del alzázar. Por otra parte, han resuelto la interactividad mediante fórmulas que acaso fueran "modernas" cuando se inauguró el museo pero que han envejecido muy mal.
Pero sobre todo, me han sorprendido especialmente los textos explicativos, mil veces filtrados por los cambios políticos y por una comisión de Real Academia de la Historia, aquella que avaló el muy famoso Diccionario Biográfico... Con tanto parecer, de por medio, el resultado es irregular. Se han excedido en celo puntilloso en algunas traducciones al inglés; así, por ejemplo, es castellano pone: "Guerra de la Independencia" y en inglés,"The Napoleonic War"; en otro caso, "El Al-Hizam" frente a "The Hizam" (han doblado el artículo sólo en la versión castellana). Frente a lo que sucedía en el antiguo Museo del Ejército y en el propio alcázar, la nueva instalación ha  suavizado el discurso doctrinal franquista por fuerza de la anorexia expresiva, dando pábulo a la pluma en situaciones menos espinosas... Me ha divertido leer el panel dedicado a "los militares y la cultura":

"Me duele España
Unamuno
La conciencia de naufragio político, militar y social suscita una honda reflexión acerca de los males que afligen a la nación. Por primera vez una generación de pensadores será consciente de su función rectora en la vanguardia de la sociedad.
Intelectuales y militares coinciden a la hora de considerar la ausencia de ideales colectivos como uno de los males que aquejan a una España urgentemente necesitada de regeneración. El Regeneracionismo se alza como una sólida corriente intelectual que cuenta con la implicación de numerosos militares comprometidos con la cultura y el arte"

¿Los militares —como "grupo homogéneo"— implicados en el Regeneracionismo? ¡Qué cosas! Es sabido que algunos militares comulgaron con las ideas regeneracionistas, pero no es eso lo que "proyecta" un panel que, por su naturaleza objetiva, debería tener por objeto difundir ideas más próximas a los hechos históricos...


Casi todos los paneles, que componen una Historia de España en versión ultracompacta, son igual de interesantes:

"El estado liberal español del siglo XIX se configura según los principios del ideario liberal de la igualdad de los ciudadanos, la unidad politico-teritorial y la articulación de una identidad común. Esta construcción nacional se vio lastrada por la falta de voluntad de la clase política, la carencia de recursos económicos, la escasa industrialización y la oposición de los conservadores"

¿Ideario liberal de la igualdad de los ciudadanos? Hubiera sido mejor decir "la igualdad de los ciudadanos ante la ley". ¿"Clase política" en el siglo XIX? Sorprende que apenas se hable se los grandes problemas que, ya por entonces, nos alejaban de Europa... En ese sentido el Museo del Ejército colabora poco en la divulgación de la historia española, excesivamente sesgada hacia lo institucional en esta instalación. Desde esa circunstancia, es difícil entender las posibilidades formativas de este museo; no así las "educativas", porque los paneles mencionados contienen textos muy parecidos a los empleados en los libros de ESO y Bachillerato... Me malicio que las humanidades y, muy especialmente la Historia, son empleadas por el sistema educativo, sobre todo, para infundir valores asociados a los modelos ideológicos dominantes.

Más allá de jardines colgantes y otros descubrimientos singulares aparecidos durante el proceso arqueológico, también me ha sorprendido la decidida "catalogación" de la antigua "puerta omeya", "guardada" por un "moro" de aspecto particularmente siniestro:

"Este arco de herradura, flanqueado por dos grandes torreones de planta rectangualar, formó parte de un acceso monumental al recinto fortificado de época Omeya. Tanto por sus características constructivas como por las referencias históricas, podría haber comenzado a alzarse a partir del año 932, cuando el Califa Omeya de Córdoba, Abd al-Rahman III, mandó levantar en Toledo un alcázar de sólida construcción.
La estructura fue construida con grandes sillares de granito combinados, en las dovelas que rematan el arco, con piedras calizas que proporcionan una vistosa alternancia cromática.
Tras una ampliación de la fortaleza en época cristiana, este acceso quedó integrado en la primera crujía del edificio, perdiendo su función primigenia. Además, las piedras que forman la línea de impostas del arco fueron recortadas para eliminar su forma de herradura."

Contando con las limitaciones que impone desconocer los datos arqueológicos específicos de su contexto, entiendo que existe otra hipótesis: que sea testimonio de un sistema constructivo anterior al siglo X. Lo que se puede ver no ofrece rasgos terminantes: el aparejo de sillares irregulares puede corresponder a épocas muy diversas, a partir de la crisis del Bajo Imperio. El arco de herradura y la carencia de material relevante propio de tiempos visigodos, parece simplificar la clasificación en tiempos omeyas, pero...


La contraposición de bloques de granito y calizos, hace pensar en la articulación estructural de los arcos de la mezquita mayor de Córdoba y en el acueducto de Mérida. Desde esa relación deriva, a mi  juicio, un ampliación del marco cronológico que podría ayudar a entender dónde encontraron fórmulas constructivas quienes construyeron las primeras naves del edificio cordobés. Por otra parte, esta puerta, que podemos relacionar con la del despoblado de Vascos y con la alcazaba de Mérida, suscita circunstancias comparables a las de la antigua de Bisagra (zona baja), que algunos sitúan en el siglo X, menospreciando sus elementos constructivos, sujetos a mil "reparaciones", que señalan momentos diversos y anteriores.
En definitiva, entiendo que no deberíamos descartar la posibilidad de que esta puerta del alcázar toledano fuera anterior al siglo X y, asimismo, que estemos ante un testimonio de excepcional interés para conocer la evolución de las técnicas constructivas en la península Ibérica durante los "siglos oscuros" que contemplaron el paso de la Antigüedad a la Alta Edad Media.
¿El arco de herradura es determinante? Mucho me temo que nos sobran datos para insistir en que no es un "fósil guía" exclusivo de "época visigoda" o de tiempos califales y emirales... Volveré a ello lo antes posible.

¿Un Museo del Ejército? Sé que existen otros museos del ejército repartidos por el ancho mundo, pero no acabo de entender el modo de conciliar lo que entendemos por "ejército" ("conjunto de fuerzas aéreas o terrestres de una nación") con lo que entendemos por "museo" ("institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”) Pero lo más inquietante es que, al parecer, a la gente le interesan estos museos o, cuando menos, eso deduzco del interés de sus visitante, más numerosos de los que se suelen ver en los de arte contemporáneo o en los de arqueología... ¿Será porque las armas fascinan más que la belleza plástica o los restos de cultura material? ¿Tendremos más inclinación hacia la violencia que hacia la acumulación cultural?

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