sábado, 16 de abril de 2011

Heroínas. El síndrome de Villahermosa


Teníamos pendiente dar una vuelta por la Casa de las Alhajas...  Mis prejuicios juegan contra las exposiciones presentadas allí y en este caso, con más razón, porque en asuntos estéticos, la proyección hacia el pasado de "nuestros" ("suyos") valores políticamente correctos, me parece oportunismo barato. Y en este caso, albarda sobre albarda, porque han elegido un título que induce reminiscencias de aquella otra próxima en el tiempo (Las lágrimas de Eros), de sentencias impresentables...  Se me desbocó la fantasía e imaginé si en esa formulación no estaría implícita una alusión a los personajes femeninos que saturan los medios de comunicación: heroínas de Tele 5, de la actualidad "cultural" española... Me temí lo peor: algún fotograma de cierta "película" recientemente estrenada...
En esta ocasión, reconozco —debo reconocer— que la exposición de Caja Madrid merece la pena... aunque sólo sea por ver algunas interpretaciones de Circe, uno de mis personajes míticos favoritos. También hay cosas de S. Anguissola, de John William Waterhouse, de R Carriera, de A. Gentileschi, de Frida Kahlo...


Y no recomiendo completar la excursión con la parte del remozado palacio de Villahermosa, porque no deseo para nadie lo que a mí me daña... 
La única vez que crucé las puertas de esa respetable institución, la piel se me llenó de ronchas rojizas... El médico me dijo que la urticaria puede aparecer por varias causas: enfermedades diversas, reacciones alérgicas (alimenticias o de cualquier otro tipo), picaduras de insectos o estrés emocional. Y, según su docto juicio, para curar esa dolencia, lo mejor es evitar las causas...  Le expliqué mis sospechas y el médico se puso serio...
—Así, pues, se trataría de algo parecido al síndrome de Stendhal, pero... a la española —me miró descaradamente y comenzó a reír— ¿El síndrome de Tita? Me estás tomando el pelo...
—En todo caso, sería el síndrome de Villahermosa —repliqué muy serio—. No, no te estoy tomando el pelo, pero cuando pienso en cómo se gestionó el museo Tyssen-Bornemisza, me pongo enfermo...
El médico dejó de reír y respondió como en El rey que rabió (Chapí):
—Puede que sí, puede que no...
Y me recetó difenhidramina.

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