lunes, 6 de septiembre de 2010

"San Salvador", de Oña

Por fortuna, mi capacidad de sorpresa, canalizada voluntariamente hacia las praderas lúdicas, no tiene límites. Este verano me he reído a placer en unos cuantos sitios... ¿Quién ha dicho que el turismo cultural es aburrido? Uno de ellos es el Monasterio de Oña, reutilizado en parte como sanatorio psiquiátrico o algo así (con los actuales hábitos políticamente correctos es difícil encontrar el término adecuado).
Intentamos acceder a esa parte del complejo y nos atendió un conserje, al que acompañaba un "interno", que se encaró con nosotros y nos lanzó una parrafada difícil de comprender en su literalidad, porque el hombre hablaba a velocidad vertiginosa y además lo hacía en tono lineal, sin modulación silábica, como lo hubiera hecho un lector electrónico, No puedo transcribir literalmente el párrafo, pero sí su sentido general: no podíamos entrar... No me consta relación alguna entre el interno y los vigilantes del Museo de la Evolución Humana, pero parece obvio que los disoses juegan con el destino de los hombres y las mujeres.

Lo pintoresco estaba en la ocurrencia de los brillantes gestores del patrimonio local para explotar la visita al "monumento". En vez de cobrar a la entrada, lo hacen a la salida, no sé si con actitud de engaño... ¡Maldita presunción de indecencia!
Explica el contenido del monasterio una estudiante "en prácticas" de Turismo, agradable, con buenas dotes comunicativas y mucha voluntad, que, según su propio testimonio, debe imponer disciplina a los visitantes para que éstos no utilicen las cámaras fotográficas. Acaso, para impedir documentar una situación particularmente mejorable: el discutible uso de la iglesia  como sala de espectáculos, el pésimo estado de conservación de los paramentos o para fomentar la venta del "libro" que también ofrecen a la salida. Todo un ejemplo de picaresca ramplona, siguiendo el ejemplo de la capital.
Entre lo conservado en Oña, deseo destacar la espléndida mortaja de Sancho García (seguramente, de los talleres califales de la época de Almanzor), que merecería estar en mejor lugar...
(Lamento el reflejo de la fotografía, pero no se pueden colocar filtros polarizadores en los ojos de Atenea)

1 comentario:

  1. Si después de toda la visita al monasterio de Oña y de todo lo visto en él, lo único que destacan son argumentos como engaño y picaresca, la verdad es que estamos ante los ojos de un mediocre. Si no se podían sacar fotografías ¿cómo obtuvo la de la mortaja? Con el mismo engaño y picaresca que atribuye al projimo.

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